CULTURA DE HOY EN LA ALPUJARRA (CADIAR)

HISTORIA DE CADIAR

La historia del municipio corre pareja a la de otros pueblos de la Alpujarra, comarca que, por su aislamiento geográfico, ha desarrollado desde siempre una cultura propia y diferenciada que tuvo su momento de máximo esplendor en el periodo andalusí, cuando toda la Alpujarra rea un importante emporio agrícola especializado en la producción de seda.

Cádiar ha sido históricamente un lugar de confluencia de los distintos caminos que se adentraban por toda la Alpujarra. Se le llamó Albacete, por su situación en un lugar llano. Las primeras noticias que tenemos y según los textos y fuentes encontrados, es el célebre geógrafo árabe al-Idrisi el que en el siglo XII señalaba la existencia de un castillo en Cádiar, al que antiguamente se le había llamado Hisn al-Qadir (el juez). En época musulmana poseía una mezquita, varios cementerios o rábitas y al menos tres barrios diferenciados por sus respectivas murallas. En el periodo nazarí perteneció a la extensa Tahá de Jubiles junto con otras 16 aldeas.

Tras la conquista de Granada en 1492 por los Reyes Católicos, la población se vio poco a poco sometida a una presión que llegó a convertirse intolerable, y en 1568 un rico terrateniente de la zona llamado Fernando de Córdoba y Valor (o lo que es lo mismo, Aben Humeya) se levantó en armas contra Felipe II (quien en el siglo XVI le concedió a éste lugar la categoría de Villa), provocando una revuelta general entre los moriscos de todo el reino de Granada, convirtiéndose Cádiar en el escenario de gran parte de los acontecimientos ocurrido en la Sublevación de los Moriscos de 1568.

Durante la época nazarí, Cádiar estaba formado por varios barrios, cada uno de ellos con baños públicos, hornos, tiendas, fuentes y todo lo propio de una medina medieval. Fue uno de los periodos de mayor esplendor de este pueblo, ya consolidado, que iba a jugar un papel primordial en la rebelión de los moriscos. Porque, tal y como cuenta Hurtado de Mendoza, fue en Cádiar donde se gestó el levantamiento de los musulmanes, hartos por las leyes cada vez más severas impuestas por el rey español. Escenario del coronamiento de Fernando de Válor, lugar de enfrentamientos bélicos y sitio en el que se iniciaron los excesos y crueldades de la Guerra, el control del valle de Cádiar era esencial para sofocar la revuelta por lo que Don Juan de Austria no dudó en mantener un retén de 300 soldados durante toda la campaña de las Alpujarras.

Según la tradición popular, en un lugar del actual término municipal de Cádiar, cerca del casco urbano, es decir en Narila, a la sombra de un viejo olivo que se conserva hoy en día tuvo lugar la proclamación de Aben Humeya como caudillo de los sublevados.

Dimensiones internas entre los propios moriscos y según algunos historiadores, la arbitrariedad y tiranía que mostró el caudillo junto con su carácter despótico y receloso, le hicieron perder el apoyo de los rebeldes y éstos lo asesinaron en Octubre de 1569 en las dependencias de su propio palacio de Lanjarón. En cualquier caso, es sucedido por su primo y sucesor Abén Aboo, también asesinado por alguno de sus hombres el 13 de marzo de 1571en Bérchules en Bérchules. Aquí se puso fin a la guerra de las Alpujarras.

La revuelta supuso la casi total destrucción de las viviendas, los campos y las haciendas de Cádiar que fue despoblado de sus casi 500 habitantes por lo que la Corona española tuvo que llamar a 35 vecinos, en realidad unas 170 personas, y distribuirles los bienes de los moriscos como reflejan los libros de apeo. Afortunadamente, la calidad de las tierras y el duro y constante trabajo de los nuevos pobladores consiguieron hacer revivir la que ya sería Villa de Cádiar durante los siglos posteriores.
Normal pues que Pedro Antonio de Alarcón, en su viaje por la Alpujarra, describiese al llegar a un pueblo armonioso, bien poblado, con casas señoriales y una importante actividad comercial e industrial para su época: "El aspecto de Cádiar es de lo más pintoresco, noble y principal que pueda darse. Más que un pueblo agrícola y ganadero, que no es otra cosa, parece lo que fue hace trescientos años; una residencia de príncipes, una mansión de placeres; un Aranjuez, un Versalles… Aún conserva Cádiar algunas casas de reminiscencias musulmanas, cármenes rodeados de huertas y jardines, cercados de muros que sirven de sostén a lujosas parras…”.

Posteriormente la Alpujarra se fue poblando con campesinos procedentes de las hoy provincias de Jaén y Córdoba aunque también una minoría de pobladores vinieron de Castilla.

Hoy día, en el siglo XXI, Cádiar no ha cambiado tanto como centro comarcal si bien las huellas del pasado se diluyen y, a veces por desgracia, se pierden. La villa ha crecido y su urbanismo moderno, la oferta turística de hoteles y casas rurales, las agencias inmobiliarias y sus restaurantes de celebraciones mantienen a Cádiar como un escenario principal de la Alpujarra. Epicentro además de su famosa fuente del vino que mana sin parar durante la Feria de otoño.

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